Las fuerzas policiales que formarán parte de la misión multinacional de apoyo a la seguridad en Haití emprenden viaje hacia un país que encontrarán sumido en un crítico deterioro del clima de seguridad y que agoniza a causa de la violencia.
Las bandas armadas controlan la mayor parte de la región metropolitana de Puerto Príncipe, causando estragos día y noche, ante la falta de respuesta de las autoridades.
El clima de inseguridad se remonta a hace más de seis años y se deterioró aún más en 2021 con el asesinato del presidente Jovenel Moise en su residencia privada.
Actualmente las carreteras nacionales están ocupadas por pandilleros que instalan peajes, las comisarías de policía son destruidas por las bandas y poblaciones enteras viven bajo el dominio de unos grupos armados que pretenden sustituir a las autoridades del Estado.
Haití está plagado de secuestros, asesinatos y ataques armados, que se multiplican y que convierten al país en invivible e imposibilitan la libre circulación. Frente a ello, los civiles levantan gigantescas barreras en sus barrios para protegerse de los ataques armados de las bandas, que conquistan cada vez más territorio.
Esta situación de terror ha provocado la huida de miles de haitianos al extranjero, entre ellos estudiantes, médicos y profesionales y especialistas de diferentes ámbitos, a pesar de que el país ya tenía escasez de ellos.
El centro de la capital, corazón económico de Haití, ha sido totalmente destruido por las bandas armadas, obligando a miles de personas a refugiarse.