Por Araceli Aguilar Salgado
«Cuando están bien diseñados, los programas de protección social empoderan a las personas, ayudándoles a salir de la pobreza y volverse autosuficientes.»
Un nuevo informe del Banco Mundial examina los avances y desafíos en la expansión de los sistemas de protección social y trabajo en países de ingreso bajo y mediano. Basado en encuestas administrativas y de hogares, el estudio revela que, en la última década, especialmente en respuesta a la pandemia de COVID-19, la cobertura de la protección social alcanzó un nivel histórico de 4.7 mil millones de personas en estos países.
No obstante, la exclusión sigue siendo un problema crítico. Según el informe The State of Social Protection Report 2025: The 2 Billion-Person Challenge, tres de cada cuatro personas en los países de ingreso bajo carecen de acceso a servicios sociales. A pesar de los avances, 2 mil millones de individuos aún no cuentan con una cobertura adecuada, y con el ritmo actual de crecimiento, tomará 18 años garantizar protección a quienes viven en pobreza extrema.
Puntos clave del informe:
· Desigualdad en la cobertura: Tres de cada cuatro personas en los países más pobres no tienen protección social.
· Impacto de la pandemia: Durante la crisis de COVID-19, 1.7 mil millones de personas recibieron apoyo de emergencia.
· Brecha de género: En una muestra de 27 países, las mujeres reciben 81 centavos por cada dólar que reciben los hombres.
· Importancia de la infraestructura: Los países con sistemas sólidos antes de la pandemia respondieron mejor a la crisis.
El papel de la protección social
La protección social abarca más que la asistencia en efectivo o en especie; incluye políticas y programas destinados a cerrar brechas financieras, de habilidades y de información. Sus tres pilares fundamentales: asistencia social, seguro social y programas laborales desempeñan un papel clave en ayudar a los hogares y trabajadores a enfrentar crisis, salir de la pobreza y acceder a oportunidades de empleo.
Según Iffath Sharif, directora mundial de Protección Social y Trabajo del Banco Mundial, cuando los programas están bien diseñados, empoderan a las personas al brindarles los medios para superar la pobreza sin necesidad de recurrir a medidas desesperadas, como retirar a los niños de la escuela o vender activos productivos. Además, facilitan la creación de pequeños emprendimientos para las mujeres y el desarrollo de habilidades clave para los jóvenes.
Impacto y desigualdades
Durante la pandemia de COVID-19, 1.7 mil millones de personas en países en desarrollo recibieron apoyo de emergencia, evidenciando la importancia de contar con sistemas de respuesta ante crisis. Los países con una infraestructura sólida previa a la pandemia pudieron reaccionar con mayor eficacia, lo que resalta la necesidad de inversiones proactivas.
Sin embargo, los beneficios de la protección social no se distribuyen equitativamente. En 27 países analizados, las mujeres reciben solo 81 centavos por cada dólar que reciben los hombres en estos programas. Además, las poblaciones más desatendidas tienden a concentrarse en regiones frágiles afectadas por conflictos y crisis alimentarias, como África, Asia Meridional y Oriente Medio.
Acciones para fortalecer la protección social
El informe sugiere tres medidas clave para que los gobiernos refuercen sus programas, adaptándolas según su contexto, capacidades y restricciones fiscales:
1.Ampliar la cobertura, invirtiendo en infraestructura digital, bases de datos y sistemas de gestión de casos, para mejorar la identificación y apoyo a los grupos más vulnerables.
- Adaptar el apoyo, ayudando a las personas a pasar de la supervivencia a la autosuficiencia, especialmente en países de ingreso mediano.
- Desarrollar sistemas de respuesta rápida, fortaleciendo datos, pagos y mecanismos de alerta temprana para garantizar estabilidad laboral y apoyo oportuno en tiempos de crisis.
El costo de la inacción
Para financiar estas iniciativas, el informe señala que una redistribución más eficiente de los recursos podría generar un impacto significativo. Por ejemplo, si se reorientaran las transferencias monetarias de los sectores más ricos hacia los más pobres, se cubriría casi la mitad del costo necesario para garantizar protección social al 20% más vulnerable de la población.
En un mundo que cambia rápidamente, no actuar frente a estos desafíos no solo generaría un mayor costo económico, sino que traería consigo pérdida de oportunidades, aumento de desigualdades y una menor resiliencia para las generaciones futuras.
«El costo de la inacción no solo será mayor que el costo de la inversión, sino que también se medirá en oportunidades perdidas y aumento de desigualdades.»
Araceli Aguilar Salgado Periodista, Abogada, Ingeniera, Escritora, Analista y comentarista mexicana, del Estado de Guerrero E-mail periodistaaaguilar@gmail.com

