Desencantado por la pérdida de dinero a través de la agricultura, hace cinco años Luis Bencosme decidió comenzar a vender sus terrenos sembrados de mangos y limones en la turística provincia Puerto Plata. Ya lo hizo con 30,000 m², donde, en al menos 6,000, se construyeron viviendas. El metro cuadrado en la zona vale hasta 3,000 pesos.
«Voy a vender 10,000 metros más para construir 10 villas (para rentarlas). Necesito los recursos para ese proyecto. Nunca lo que me van a dar esas villas me lo dará la agricultura«, cuenta a Diario Libre. Los inmuebles los levantará en tierras con frutales, que no le son rentables.
La oportunidad que Luis Bencosme ha encontrado se repite en el territorio nacional, donde agricultores han ido cediendo sus tierras para la construcción de proyectos urbanos y otras finalidades que les generan ingresos cuantiosos e inmediatos, en vez de las pérdidas e incertidumbre que les producen los periodos de sequía, las variaciones de las épocas lluviosas atribuidas al cambio climático y la furia de la temporada ciclónica.
La cesión de terrenos con vocación agrícola sin planificación urbana ha sido de las causas por las que el país ha perdido alrededor de un millón de tareas para labores de cultivo en 25 años (aproximadamente el tamaño de la provincia La Romana).
Cuando en 1995 el 40.1 % de la superficie nacional estaba ocupada en actividades agrícolas, bajó a 33.2 % en el 2020, de acuerdo con los datos más recientes divulgados por el Ministerio de Economía.
Además de Puerto Plata, las provincias Pedernales, San Cristóbal, Barahona, Samaná, Monseñor Nouel y Duarte, y el Distrito Nacional, han tenido la mayor disminución de terrenos. Perdieron entre 30 y 48 % de sus tierras agrícolas entre 1995 y 2020, según los datos.
Entre los agricultores que siguen produciendo, algunos se enfrentan a dificultades para labores cotidianas por la falta de agua, variación en ciclos de temporadas e inclusive obstáculos para fumigar, por construirse residencias y escuelas en las proximidades.
En tanto que la generación relevo no ve la agropecuaria como un medio llamativo de subsistencia, emigrando a las ciudades y llevándose consigo la mano de obra.
«Si uno de mis cuatro hijos hubiera querido sembrar, yo no vendo (mi tierra), pero la cosa está difícil y, como no voy a construir, mejor la vendí«, dice Juan Arias a sus 78 años desde el mostrador de su ventorrillo.
Su terreno se ubicaba en un asentamiento de Palenque, en San Cristóbal, que formó parte de un viejo proyecto estatal de ayuda e impulso para los campesinos, dentro de la estrategia nacional Reforma Agraria.
El ministro de Agricultura, Limber Cruz, entiende que la solución para ir frenando la voracidad del urbanismo en suelos con vocación agrícola es crecer verticalmente y ejecutar la Ley de Ordenamiento Territorial, Uso de Suelo y Asentamientos Humanos, promulgada en diciembre de 2022 tras más de 20 años de establecerse su necesidad. Pero le faltan sus reglamentos de aplicación que están en proceso de elaboración.
Aunque Cruz señala que desde el ministerio no se puede detener el urbanismo, precisa que esa cartera estatal tiene la potestad de emitir una carta de objeción para proyectos, por ejemplo, de granjas solares, para evitar que se instalen en terrenos agrícolas.
«Nosotros controlamos eso, pero no somos, por ejemplo, la entidad que te va a decir: no hagas esa casa ahí», dice. «Aquí hay libertad de empresa y, si tú tienes una tierra ahí y quieres hacer una casa, ¿quién te prohíbe que hagas una casa».
Pero advierte: «Si seguimos cómo vamos, aquí nos vamos a convertir en que tendremos que traer todo«.
El clima desmotivador
En la República Dominicana se cultivan principalmente productos tradicionales, frutales y musáceas. De acuerdo con los datos oficiales disponibles, el 41.9 % de los terrenos agrícolas al 2020 era de cultivos en secano, que no emplean sistemas de riego sino que aprovechan el agua de lluvia, por lo que una parte importante del sector productivo depende del factor ambiental.
«Mantener la tierra para la agricultura no es rentable en Puerto Plata, no lo es. Yo tengo 12 años perdiendo mi dinero en la agricultura, nunca he ganado un chele», se queja Luis Bencosme.
La sequía que afectó la provincia Puerto Plata en los últimos años generó que en lugares ganaderos de la zona se perdieran animales y la agricultura sufriera. En Luperón, lo poco que se logró sembrar murió por la falta de agua, llevando a productores al extremo de vender o abandonar los terrenos.
«Aquí dura meses sin caer una gota de agua. Por más deseos que uno tenga de trabajar el campo, al final el desencanto y desesperanza hacen que uno salga del campo o venda las tierras», se lamenta Luis Bencosme.
En cambio, en Azua, Yamasá (Monte Plata) y Hacienda Estrella (Santo Domingo Norte), las lluvias y vientos de la tormenta Franklin, que afectó al país a mediados de agosto del 2023, anegaron plantaciones arroceras y plataneras. Estos daños y otros registrados en las provincias impactadas por el fenómeno -como afectaciones a caminos vecinales por donde se transporta lo producido- el gobierno los cuantifica en más de 1,100 millones de pesos.
El ministro de Agricultura considera los argumentos climáticos como una justificación de los agricultores para vender sus terrenos. «A la gente le gusta lo fácil», dice.
Pero, Guarionex Gel, presidente de la Federación de Ganaderos de la Región Norte (Fedeganorte), lo justifica: «Hemos perdido áreas de interés agrícola, pero eso ha contribuido al crecimiento económico e inmobiliario de la región, y las partes agrícolas se vienen reservando en zonas específicas, áreas más alejadas del litoral costero».
Casas nuevas con patios de yuca
El valor agregado del sector construcción ha tenido un crecimiento sostenido en los últimos años, inclusive durante la pandemia del COVID-19. Fue de 954,270.8 millones de pesos en el 2022, para un crecimiento de 23 % respecto al 2021 y de 75 % comparado con el 2019. Al producto interno bruto (PIB) le aportó el 15.2 % el año pasado y la agropecuaria el 5.8 %.
En la provincia Espaillat, fronteriza con Puerto Plata, el interés se ha dirigido hacia el levantamiento de residencias sobre la tierra negruzca de Moca, considerada de clase uno para la agricultura por ser rica en nutrientes.
«En sentido general, así es que está la provincia Espaillat: marcada -para delimitar terrenos con fines de venta-, aunque hay excepciones», dice Bienvenido Bencosme, miembro de la Asociación de Caficultores de Villa Trina, mientras mira la carretera que va de Moca a Salcedo.
«En Moca, en algunas zonas, hay apartamentos y hay casas que son el paraíso terrenal«, comenta.
Edificaciones de estilo contemporáneo, trazos de calles y postes del tendido eléctrico toman terrenos que estuvieron sembrados principalmente de plátanos, yuca y otros frutos menores en un municipio en el que se proyecta que residen más de 185,500 personas.