Vidas olvidadas para siempre, de esposas asesinadas por un marido violento, de hijas y hermanas asesinadas por un padre o un hermano que consideraban que debían defender el «honor» familiar.
En el Kurdistán iraquí, las familias se reúnen tradicionalmente los viernes para recordar a un ser querido difunto. Pero, en el cementerio de Siwan, en la parcela que agrupa a las víctimas de feminicidios casi nunca hay nadie.
Aquí descansan decenas de víctimas de violencia doméstica, bajo lápidas que en su mayoría ni siquiera muestran un nombre, a veces solo un número, vinculado a las listas del departamento de medicina forense.
Vidas olvidadas para siempre, de esposas asesinadas por un marido violento, de hijas y hermanas asesinadas por un padre o un hermano que consideraban que debían defender el «honor» familiar.
«El sepulturero las entierra de noche, para que los familiares no sepan dónde está la tumba y vengan a destruirla», explica a la AFP la abogada feminista Rozkar Ibrahim, de 33 años, en el cementerio.
Podría contar tragedias durante horas, como la de una mujer que se enamoró, quedó embarazada e intentó huir del país con su amante y su hijo. Sus familiares los encontraron y los mataron, junto con el bebé.
«Están enterrados aquí», señala Ibrahim, vestida de negro, en visita al cementerio cerca de Suleimaniya, la segunda ciudad del Kurdistán, en el norte de Irak.
«Este cementerio ni siquiera debería existir», añade la activista, que lleva años luchando por la identificación de las lápidas anónimas.
«Cultura de la impunidad»
El número exacto de víctimas enterradas sigue siendo incierto. Pero Othman Saleh, sepulturero desde hace 15 años, asegura haber inhumado a unas 200 mujeres y adolescentes, algunas de apenas 13 años.
«Fueron asesinadas, quemadas o estranguladas», indica el hombre de 55 años.
En un Irak ampliamente tribal y conservador, la violencia contra las mujeres abunda. De los 43 millones de habitantes, más de un millón de mujeres y niñas están amenazadas por la violencia de género, según la ONU.
En el Kurdistán autónomo, que se quiere presentar como un oasis de estabilidad y modernidad en un país desgarrado por décadas de conflicto, cada año se reportan decenas de feminicidios, aunque las autoridades locales adoptaron en 2011 una ley que criminaliza la violencia doméstica.
Razaw Salihy, investigadora de Amnistía Internacional, admite que hay «avances importantes» en el ámbito legislativo pero advierte del «ritmo alarmante de feminicidios y mutilaciones perpetradas contra mujeres y niñas, la mayoría a manos de familiares masculinos», en Kurdistán.
La «cultura de la impunidad» se mantiene debido a una «tasa extremadamente baja» de condenas, añade.
En el cementerio de Siwan, la sección de feminicidios acoge a mujeres no identificadas provenientes de todo Kurdistán, asegura Ibrahim.
Con el desgaste del tiempo y la lluvia, los números en la mayoría de las lápidas se borran, relata. «Hay que dirigirse al departamento de medicina forense para obtener la información» de las víctimas, precisa.
«Vida»
En 2020, Qubad Talabani, primer ministro adjunto de la región autónoma, prohibió enterrar a cualquier víctima sin identificación. En cuanto a las ya inhumadas, su lápida debía tener una inscripción simbólica: «vida».
Las tragedias, sin embargo, continúan.
En junio un hombre inmoló a su esposa de 17 años, embarazada, indicó a la AFP el padre de la adolescente, Jiza Jawhar. La madre y el niño murieron. El esposo fue arrestado por las fuerzas de seguridad, pero su familia niega las acusaciones, asegurando que la joven se suicidó.
En 2021, Kurdistán registró 45 feminicidios contra 25 el año anterior, según las últimas estadísticas oficiales.
Pero los «crímenes de honor» «han disminuido considerablemente» en 2024, asegura Serkut Omar, del Departamento de Lucha contra la Violencia hacia las Mujeres, sin proporcionar cifras.
En 21 años de carrera, el director del departamento de medicina forense de Suleimaniya, Barzan Mohamed, afirma que ha visto atrocidades.
En los casos de feminicidios que trató, la mayoría de las víctimas fueron asesinadas «a balazos», «a veces de un solo disparo, otras hasta con diez impactos», recuerda.
«También hemos visto casos de estrangulamiento, con las manos o con una cuerda», dice, mencionando también un cadáver quemado casi irreconocible.